EL IMPERIO DE JUSTINIANO
Justiniano, por Sergio Yuguero
Justiniano nació en Iliria. Hijo de unos padres humildes se educó en Constantinopla. Muy pronto fue nombrado cónsul y sucesor del trono de su tío Justino.
El reinado de Justiniano entre los años 527 y 565 es considerado como la primera edad de oro del imperio bizantino. Se trataba de un personaje comprometido con su trabajo, autócrata, siempre controlando los entresijos, por insignificantes que fueran, de su gobierno y defensor a ultranza de la ortodoxia definida en el Concilio de Calcedonia del año 451.
Justiniano quedará principalmente en los anales de la historia por ser el inspirador del Corpus Iurus Civilis. La intención de este código era recopilar en una serie de leyes la tradicional jurisdicción romana y armonizarla lo que fuera posible con la cristiana, a fin de crear un imperio homogéneo. Del mismo modo, desde el punto de vista del derecho y el gobierno suponía el instrumento básico de desarrollo de la política absolutista que la emblemática basílica de Santa Sofía expresaba en imágenes plásticas. Estaba dividido en cuatro partes: "El código de Justiniano", redactado en latín, que resumía los edictos imperiales desde la época de Adriano en el siglo II hasta el 533, el "Digesto o Pandectas", que se trataba de una colección sistematizada de los textos jurisconsultos romanos, las "Novellae", redactas en griego por el propio Justiniano que indicaba claramente la ruptura evidente entre las dos partes del Mediterráneo, y los "Instituta", que constituía un material para los estudiantes del derecho y una especie de síntesis de los tres anteriores.
Esta compilación jurídica de Justiniano recogió de manera clara la herencia del Bajo Imperio Romano que reforzaba la intención de centralización, separación de lo poderes civil y militar, control general de las actividades y profesionalización de los funcionarios. De mismo modo también heredó las debilidades de esa época, especialmente dos de ellas, la obsesión enfermiza por recaudar fondos a través de los impuestos para mantener la política imperialista del monarca y el gigantismo administrativo. Posteriormente fueron apareciendo más, como la intención de apropiarse una sola persona de poderes civiles y militares, lo que ponía en peligro el buen funcionamiento del Estado.
Su programa de romanizad, inmovilidad y unidad, era el de un emperador autócrata que tenía el derecho a decidir en todos los campos. Trató de ser el quicio de toda política, tanto civil como religiosa, y para ello mando construir sendos edificios. De una parte el palacio imperial, sólo conocido por las excavaciones que se realizaron en él. Por otro la Iglesia de Santa Sofía, es decir, de la Santa Sabiduría. Existía por tanto una identificación entre el Dios encarnado (Cristo) y el representante de Cristo en la tierra (el emperador). El palacio imperial y la basílica formaban el núcleo fundamental de la capital, Constantinopla, con dos lenguas de agua y una muralla de nueve kilómetros que representaban la garantía de supervivencia del Imperio.
La intención ideológica del programa de Justiniano tenía como principio fundamental la unidad intelectual de base cristiana según decía la definición del Concilio de Calcedonia del año 451. El emperador tomó dos decisiones importantes, por un lado tomó la determinación de cerrar en el año 529 la escuela o academia de Atenas, el último centro de cultura clásica pagana en el Imperio, y por otro, controló de manera firme a los monofisitas, judíos y maniqueos, hasta llegó a perseguirlos en algunas ocasiones con su idea de mediador entre Dios y los hombres y de vigilante activo de la salud espiritual de sus súbditos.
Los resultados de la política imperial de Justiniano en los temas de religión fueron bastante irregulares. Los monofisitas, amparados en la emperatriz Teodora, se hicieron fuertes en las zonas de Siria y Egipto. A los judíos se les prohibió el casamiento con los cristianos, fueron inhabilitados para el ejercicio de cargos públicos, se vieron obligados a hablar el griego en sus liturgias y acabaron en la mayoría de las veces siendo perseguidos. Con este panorama cuando los musulmanes entraron en el Imperio Bizantino, los judíos los anunciaron como auténticos salvadores. Por último los maniqueos, que se encontraban en las provincias fronterizas con el Imperio Persa, habían sido también perseguidos desde el inicio del reinado de Justiniano, lo que les incitó a convertirse en potenciales colaboradores del ejército persa.
Entre tanta dificultad para unos sectores de la población, siempre hay otros que salen beneficiados de la situación, y en este caso eran los monjes. Fortalecieron sus posiciones en las ciudades, en especial en la capital del Imperio, como en algunos monasterios del mundo rural, que en muchos casos han llegado hasta nosotros, como los de San Sebas en Palestina y Santa Catalina del monte Sinaí. A partir de Justiniano estos monjes serían un grupo poderoso de presión en la historia del Imperio Bizantino.
La segunda parte del reinado de Justiniano tuvo como problemas principales la pérdida parcial del control público del Estado, quizás especialmente en el mundo rural, y la fractura rural que se produjo entre los grandes propietarios y los pequeños campesinos, además de un agotamiento claro por su política expansionista. La gente del campo no protagonizó ningún tipo de protesta o revuelta de grandes dimensiones, pero su marcha al monasterio, al ejército, al bandolerismo o a los núcleos urbanos eran síntoma de la desestructuración del sector rural bizantino.
De todos modos el programa de unidad e inmovilidad de Justiniano tenían el objetivo claro de la reconstrucción física del conjunto del antiguo Imperio Romano. No podía permitir la fractura del Mediterráneo entre un Occidente germanorromano y un oriente griego.
Las operaciones militares en el Mediterráneo Occidental tuvieron su punto de atención en el reino vándalo del norte de África bajo el mando de dos generales de reconocido prestigio que derrotaron sin problemas a los norteafricanos. Hubo también poco después insurrecciones bereberes que se prolongaron en una guerra de guerrillas, que aunque terminaban con buen resultado para lo bizantinos suponían muchos gastos militares que no encontraban compensación y sí un aumento de la presión fiscal. Además las consecuencias de la peste debilitaban las posibilidades de producción y recaudación fiscal, y si tenemos en cuenta la creciente amenaza persa y de nuevos pueblos como los búlgaros, eslavos y ávaros, queda bastante de manifiesto la brillante fachada exterior que tenía el Imperio y su debilitamiento interior cada vez más grande. Con esas circunstancias, en el año 565, Justiniano murió.
La grafica nos muestra, en verde, las conquistas alcanzadas durante el gobierno de Justiniano
1 Comments:
producción y recaudación fiscal, y si tenemos en cuenta la creciente amenaza persa y de nuevos pueblos como los búlgaros, eslavos y ávaros, queda bastante de manifiesto la brillante fachada exterior que tenía el Imperio y su debilitamiento interior cada vez más grande. Con esas circunstancias noticiasdelloretdemar.es/carta-poder-para-recoger-documentos-oficiales/
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